Sobre las ayudas municipales a empresas.
Publicado en La Nueva España – Avilés.
Cuando Margaret Tatcher llegó al poder se fijó como primer objetivo liquidar el contrapoder de la clase obrera británica. Fue directamente a por el colectivo minero, la punta de lanza del movimiento sindical. Después de las huelgas, los enfrentamientos con la policía, los muertos y los suicidios la “dama de hierro” se alzó con la victoria sobre el enemigo interior. En la siguiente fase, el tacherismo paso a la negación de las categorías sociales y a la construcción de un discurso que hablaba de un nuevo capitalismo popular donde todos las ciudadanas y ciudadanos, mediante la compra de acciones de empresas, eran a la vez patronos y obreros. Maggie proclamó: “La sociedad no existe. Sólo existen hombres y mujeres individuales” Las clases dejaron de existir. Suena música ChillOut
El franquismo nunca negó la existencia de clases sociales. Lo que si negaba era que existiese un conflicto de intereses así que la lucha de clases era algo que no tenía base material, solo existía por la influencia de socialistas, comunistas o anarquistas. Los obreros debían hacer oídos sordos a las hordas marxistas y caminar de la mano de los patronos envueltos unos y otros en la bandera nacional. Suena un pasodoble.
La derecha española mezcla ambos discursos en proporciones diferentes. Digamos que Ciudadanos son más ChillOut , Vox más de pasodoble y al PP le gusta la fusión.
En la nueva corporación municipal avilesina se escuchan todas las músicas pero ahora suena mucho el pasodoble. En el grupo de Vox creen firmemente que los comunistas venezolanos de Cambia Avilés queremos alentar la insurrección proletaria para instaurar una dictadura que expropie a los empresarios y nacionalice hasta las mercerías. Su portavoz sugería alguna de estas ideas cuando propusimos instar al ministerio de industria a intervenir en la antigua Alcoa y parar el alumocho. En el PP manejan un discurso mucho más pulido pero comparten con el anterior ese intento de dibujar a una izquierda que persigue al empresariado. Nunca se habló tanto de empresarios y obreros como en este último año y lo paradójico es que ese lenguaje viene de los asientos de la derecha. Lo último ha sido el debate sobre las ayudas que el ayuntamiento va a conceder a empresas para adquirir sistemas de protección o impulsar el comercio electrónico. PP y Vox votan en contra de la propuesta porque están condicionadas a que la empresa beneficiaria no haya procedido a realizar despidos nulos o improcedentes. Decían que nos les parecía bien que una empresa, que se hubiese visto obligada a despedir por culpa del Covid 19, fuese penalizada por el ayuntamiento. Parece que ni los que redactaron la reforma laboral la conocen. En este país, para que un despido sea procedente es suficiente con avisar y justificarlo en causas económicas, técnicas, organizativas o productivas. Justo las que se dieron en este periodo. Así que si la empresa no se acogió a un ERTE pudo usar esta modalidad de despido sin mayor problema. Lo que preocupa entonces a esta gente son los intereses de quienes despidieron sin trámite alguno, sin preaviso y sin justificar motivo o que entendieron que quedarse embarazada, pedir tus derechos o presentarse al comité es un motivo para despedir. Así no lo dirán, claro, pero eso cuenta esta historia. Suena “La banderita” interpretado con serrucho y botella de anís del mono.
Primi Abella concejal de Cambia Avilés.